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El fin de la Segunda Guerra Mundial y el papel que representó la URSS en la derrota del fascismo: Una reflexión 80 años después PDF Imprimir Correo
Escrito por Alejandro Torres Rivera   
Martes, 06 de Mayo de 2025 06:24

 

 

5 de mayo de 2025

“La Gran Guerra Patria de la Unión Soviética contra la Alemania fascista y sus aliados en Europa y Asia fue la más justa de todas las guerras. El pueblo soviético defendió en ella su Patria, las conquistas socialistas y la gran causa del comunismo. El carácter de guerra justa y liberadora lo determinaron por parte de la URSS, la naturaleza del Estado socialista y su política exterior leninista.”

--  La Gran Guerra Patria de la Unión Soviética 1941-1945: compendio de historia (1975)


  1. I. Introducción:

Dos fechas destacan en los meses de mayo y junio de este año vinculadas a lo que fue el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial. La primera, el 9 de mayo, cuando se cumplen ochenta años de la derrota militar del fascismo alemán en Europa; la segunda, el 6 de junio, cuando se conmemora el 79 aniversario del Desembarco Aliado de Normandía.

 

Para muchas personas, el Desembarco Aliado en Normandía, que permitió abrir un frente de guerra en la porción norte de Europa, representa la mayor epopeya militar de la Segunda Guerra Mundial. Previo a dicho desembarco, sin embargo, importantes combates se habían desarrollado en el norte de África y luego, en la parte mediterránea europea, incluyendo Italia, seguida más adelante por la parte sur de Francia.

 

En Normandía, localizada en la porción norte y oeste de Europa, se concentró la principal ofensiva aliada para abrir un segundo frente contra el nazismo. Un año antes, tras la heroica resistencia del Ejército Rojo en Stalingrado, Leningrado y otras importantes ciudades y regiones de la Unión Soviética, básicamente sin el apoyo de otras fuerzas aliadas que no fueran las propias, el Ejército Rojo colocó primero a la defensiva y más adelante en retirada hasta el corazón mismo de Alemania, la maquinaria de guerra nazi. Fue en esta capacidad de lucha y resistencia del pueblo soviético y las guerrillas partisanas en los países ocupados por Alemania, donde realmente descansó la derrota final del fascismo.

 

Con la capitulación de Alemania el 9 de mayo de 1945, salvo algunos focos de resistencia nazi aislados, concluyó en Europa la guerra iniciada oficialmente el 1 de septiembre de 1939. Tomaría aún varios meses la capitulación del fascismo japonés en Asia. A pesar de haber concluido la Guerra en Europa y liberada ya la Unión Soviética del peligro que representó el fascismo alemán, en cumplimiento con las obligaciones contraídas con las demás potencias aliadas, el Ejército Rojo se desplazó hacia Oriente para terminar la lucha contra el fascismo japonés y la ocupación del territorio chino, coreano y de la indochina.

 

La Segunda Guerra Mundial no es posible entenderla en sus dimensiones y complejidades si no examinamos el desarrollo de la Primera Guerra Mundial y las condiciones desarrolladas en Europa a partir del Armisticio de 1918 y luego, de la firma de los Tratados de Versalles en 1919.

 

  1. II. Luego de la Primera Guerra Mundial y el Tratado de Versalles de 1919

 

Indica el importante libro La Gran Guerra Patria de la Unión Soviética; 1941-1945, Compendio de Historia, una publicación del Instituto de Marxismo-Leninismo Adjunto del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética, lo siguiente:

 

“En la primera mitad del siglo XX la humanidad sufrió dos exterminadoras guerras, de las que fue culpable el sistema imperialista. La primera guerra imperialista mundial  (1914-1918) terminó en la victoria de los países de la Entente (Inglaterra, Francia y los Estados Unidos) sobre Alemania.[1] Esta victoria no reportó a los pueblos una paz firme y duradera. El Tratado de Versalles de 1919 puso fin a la primera guerra mundial, pero no  suprimió las contradicciones que la habían originado. La lucha por los mercados de capitales, la lucha por implantar el dominio propio seguía constituyendo la esencia de la política exterior de las potencias capitalistas. El desarrollo desigual de los países capitalistas, acentuado sobre todo en el período comprendido entre estas dos conflagraciones bélicas universales, condujo a la ruptura de la correlación de fuerzas surgida en el mundo capitalista, como resultado de la primera guerra mundial y refrendada por el sistema de tratados de Versalles y Washington.”

 

Como había previsto Lenin en su libro Imperialismo: fase superior del capitalismo, en la fase imperialista del capitalismo sería inevitable la lucha entre diversos Estados por la redistribución el mundo en zonas de influencia y el control de los mercados, incluyendo el reparto de colonias. Estas contradicciones tomaron mayor relieve a raíz de la gran crisis económica mundial de 1929-1933. Esta crisis golpeó de forma especial en Europa a Alemania.

 

Indican los autores del texto La Gran Guerra Patria de la Unión Soviética; 1941-1945, Compendio de Historia que en dicho país el “desempleo masivo y el brusco empeoramiento de la situación de los trabajadores determinaron que la crisis económica que atravesaba el país empezara a convertirse muy pronto en crisis política. Las posiciones de la mayoría de los partidos burgueses se quebraron. Los intentos de la burguesía para buscar una salida a la crisis intensificando la ya brutal explotación de la clase obrera y de todos los trabajadores hicieron que arreciara enormemente el descontento y la resistencia de las masas populares. Las formas parlamentarias de la dictadura de la burguesía eran insuficientes para mantener sofrenado al pueblo oprimido. Ante tal situación, diferentes grupos del capital monopolista alemán, que hacía mucho fraguaban el proyecto de formar un Gobierno de ‘mano dura’ y preparar una nueva guerra de conquista del dominio mundial, recurrieron a los nacional-socialistas.”

 

Los monopolios estadounidenses, franceses e ingleses, que en el período posterior a la Primera Guerra Mundial habían prestado ayuda financiera a Alemania para la reconstrucción de su industria pesada, se tropiezan con que ya para mediados de la década de 1930, aquel país derrotado en la anterior guerra, se encontraba al frente de Francia e Inglaterra en cuanto a desarrollo económico y competía con la capacidad productiva de Estados Unidos.

Junto a Italia y Japón, Alemania compartía el ideario de la expansión económica, política y militar, sostenida en valores de superioridad sobre otros pueblos y etnias. De hecho, en ese momento ya Japón, Alemania e Italia se encontraban en el proceso de ocupar territorios de gran importancia estratégica en el Extremo Oriente, la Zona del Mar Rojo y España, con sus ojos también puestos en la Unión Soviética.

 

En otros países europeos, de acuerdo con Roger Griffin en su libro Fascismo: una inmersión rápida, se venían sucediendo regímenes no necesariamente fascistas, aunque ciertamente autoritarios. Así ocurrió en Hungría (1920), Portugal (1925), Polonia, (1925). Lituania (1925), Yugoslavia (1928), Albania (1928), Austria (1932) y ciertamente en España a partir de 1939[2], en la Francia de Vichy (1940), ciertamente la Alemania e Italia fascista.

 

Mientras Italia procuraba afianzar o extender su dominio sobre Libia y Abisinia; Japón desarrollaba su planes sobre países localizados en su entorno asiático, en particular China; a la vez que Alemania se preparaba, inicialmente para invadir países del Oeste europeo como Francia e Inglaterra, y más adelante, hacia el Este, ocupando países y territorios incluyendo la Unión Soviética.

 

Para algunos, la Segunda Guerra Mundial no fue sino la continuación de la Primera Guerra Mundial llevada a cabo apenas un poco más dos décadas antes en Europa entre 1914 y 1918. Esta pausa duró apenas 21 años, lo suficiente favorable para el nacimiento y desarrollo de una nueva generación de soldados.

 

Con el fin de la Primera Guerra Mundial y a raíz del Tratado de Versalles en 1919, Alemania vino obligada a pagar a las potencias vencedoras y sus aliados grandes sumas de dinero en compensación por los daños infligidos a las potencias vencedoras en la Gran Guerra. Alemania también debió abandonar territorios ocupados en campañas militares anteriores en lugares como Francia; mientras que Inglaterra, una de las potencias aliadas en Europa en la Primera Guerra Mundial, obtuvo para sí la mayor parte de las colonias alemanas en África y Oceanía. Francia, donde se libraron los principales combates en Europa, recibió la devolución de las provincias de Alsacia y Lorena, anexadas durante la Guerra Franco-Prusiana de 1870, junto con enormes compensaciones económicas.

 

La salida del Imperio Ruso de la Primera Guerra Mundial tras el derrocamiento del Zar; el establecimiento en Rusia de un Gobierno Provisional burgués; la Revolución Bolchevique de 1917, unido al desarrollo en dicho país de una Guerra Civil que concluye en 1922 con el surgimiento de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas; la creación de nuevos estados nacionales como fueron Polonia, Letonia, Estonia, Lituania y Finlandia en la zona fronteriza de lo que antes fue el Imperio Ruso; la disolución del Imperio Turco-Otomano; y en Europa, tras la disolución del Imperio Austro-Húngaro, el surgimiento de nuevos estados políticos, como Austria, Hungría, Checoslovaquia y Yugoslavia, fueron también elementos de fricción entre las nuevas potencias emergentes que precedieron la nueva Guerra.

 

  1. III. El rearme alemán y el ascenso del  Partido Nacional Socialista al poder

 

En  Alemania, en las elecciones de noviembre de 1932, el Partido Nacional Socialista (Nazi)[3] obtuvo el 33.1% de los votos. Se allanó así el camino al nombramiento de Adolfo Hitler como Canciller de Alemania. Aprovechando el incendio del Reichstag (parlamento alemán) el 27 de febrero de 1933, considerado este acto como uno autoprovocado por los propios nazis, Hitler acusa a los comunistas por el incendio y procede a declarar un “Estado de Excepción” en Alemania. Declarando ilegal el Partido Comunista, más adelante convocó nuevas elecciones, las que se realizan el 5 de marzo de 1933. En ellas el Partido Nacional Socialista obtiene el 43.9% de los votos, pasando a gobernar con una mayoría absoluta en el parlamento. Con el apoyo de los militares, Hitler restaura el servicio militar obligatorio prohibido por el Tratado de Versalles y da inicio al rearme militar de Alemania.

 

En medio de esfuerzos diplomáticos dirigidos por la URSS a impedir una guerra a escala global, pero a su vez, preparando las condiciones para enfrentar al fascismo ascendente en Alemania, Italia y otros países, se efectuó en Moscú en 1935, el “VII Congreso de la Internacional comunista”. En él se hizo el llamado a la creación a escala global de Frentes Populares Antifascistas en todos los países y del apoyo y respaldo a la Unión Soviética.

 

En su Informe ante el VII Congreso Mundial de la Internacional Comunista el 2 de agosto d 1935, Jorge Dimitrov, en referencia al XIII Pleno del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, expresó que el fascismo era “la dictadura terrorista abierta de los elementos más reaccionarios, más chovinistas y más imperialistas del capital financiero.” Ya entonces, Dimitrov señalaba que  la dictadura fascista asumía en los distintos países “formas diferentes.”[4] Antes de su instauración, indicaba, las dictaduras fascistas “pasan por distintas etapas preparatorias” y realizan una serie de medidas reaccionarias que le facilitan el acceso al poder. Al pretender explicar la influencia del fascismo en las masas, señalaba que el fascismo “no sólo azuza los prejuicios”  arraigados en éstas, sino también “especula con los mejores sentimientos de éstas, con sus sentimientos de justicia, y a veces, incluso con sus tradiciones revolucionarias.” Señalaba que el fascismo “se presenta bajo la máscara de defensor de la nación ultrajada y apela al sentimiento nacional herido, como hizo por ejemplo el fascismo alemán que arrastró consigo a la masas.”

 

Presentándose como un “gobierno honrado e insobornable” indicaba, el fascismo se “adapta demagógicamente a las particularidades nacionales de cada país e incluso a las particularidades de las diferentes capas sociales dentro de un mismo país.” Así las cosas, las características del fascismo en Alemania, no fueron idénticas al fascismo en Italia o en España, aunque en sus distintas modalidades revistió un profundo odio hacia el socialismo y el comunismo, particularmente hacia la Unión Soviética.

 

El fascismo eleva la “nación” como base o fundamento doctrinal de su propuesta. En ella, es el Estado es que garantiza el orden y como tal es la autoridad. El fascismo promueve el sometimiento de los intereses laborales de la clase trabajadora y los del individuo a los intereses del Estado. El fascismo impulsa entre otros aspectos, la concepción de un líder supremo y un modelo totalitario de Estado; eleva como valores supremos la disciplina militar, la obediencia, el autoritarismo y la expansión territorial del Estado. El fascismo, además, establece vínculos con la estructuras directivas de las entidades religiosas a partir de su anticomunismo ideológico; desprecia los derechos humanos, suprime toda disidencia y sostiene un discurso xenofóbico y homofóbico elevándolo a política oficial del Estado.

 

Indica I. Blauberg en su obra antes citada que el fascismo es “la tendencia política más reaccionaria en el mundo capitalista, la dictadura terrorista más descarada de los círculos más chovinistas y agresivos del capital monopolista.” Su fin principal, indica el autor, “consiste en  salvaguardar el régimen capitalista, en liquidar totalmente los derechos y libertades democráticas en el interior del país, aplastar al movimiento obrero y de liberación nacional y preparar y desencadenar guerras agresivas.”

 

El autor también señala lo siguiente:

 

“…La ideología fascista está destinada a apuntalar esta política criminal y hostigar al pueblo. En ella ocupa un lugar central el anticomunismo, cuyo contenido principal es calumniar al socialismo y falsificar la política y objetivos de los partidos comunistas y obreros, la teoría del marxismo-leninismo. Típicos  en la ideología fascista son también el nacionalismo salvaje y el racismo (la idea de ‘raza superior’ está llamada según esto a prevalecer sobre razas inferiores ‘sin valor’), el oscurantismo (persecución de la ciencia  de vanguardia y cultura), el culto a la fuerza y el poder personal y la predica de la guerra como algo consustancial al hombre.”

 

El fascismo conceptualmente tiene su base ideológica. Benito Mussolini, en su texto titulado La Doctrina del Fascismo, nos dice, en torno a la relación del Estado e individuo, lo siguiente:

 

“La concepción fascista, en su calidad anti individualista, propugna por el Estado; y propugna también por el individuo en cuanto este coincide con el Estado, conciencia y voluntad universal del hombre en su existencia histórica. Se opone al liberalismo clásico que nació de las necesidad de reaccionar contra el absolutismo y que agotó su función histórica en el momento en que el Estado se transformó en la propia conciencia y voluntad popular. El liberalismo negaba el Estado en interés del individuo: el fascismo afirma el Estado como realidad pura del individuo. Y si la libertad ha de ser el atributo del hombre real, y no del abstracto muñeco que fantaseó el liberalismo individualista, el fascismo está por la libertad. Únicamente por la libertad es posible que sea una cosa de importancia la libertad del Estado y del individuo en el Estado mismo; puesto que  para el fascista todo el que está en el Estado y nada de humano o espiritual existe—y menos tiene valor—fuera del Estado. En tal sentido, el fascismo es totalitario, y el Estado fascista, síntesis y unidad de todos los valores, interpreta, desarrolla y robustece toda la vida del pueblo.”

 

Añade Mussolini en su libro:

 

“Nada de individuos fuera del Estado, nada de organizaciones (partidos políticos, asociaciones, sindicatos, clases). Por eso el fascismo se opone al socialismo que entorpece el movimiento histórico con la lucha de clases y desconoce la unidad estatal que funde las clases en una sola realidad económica y moral; y análogamente se opone al sindicalismo de clase…”

 

Para Mussolini, no es la nación la que engendra al Estado sino el Estado el que engendra a la nación. Le corresponde al Estado organizar la nación. En su concepto sobre la democracia, indica:

 

“El fascismo rechaza en la democracia, la absurda mentira convencional de autoritarismo político, el hábito de la irresponsabilidad colectiva y el mito de la felicidad y del progreso indefinido. Pero, la democracia puede entenderse de otra manera, esto es, si democracia significa no rechazar al pueblo poniéndolo al margen del Estado, el fascismo puede ser definido por quien escribe, como una ‘democracia organizada, centralizada y autoritaria.”

 

Para el fascismo, “la tendencia al imperio, o sea la expansión de las naciones, es una manifestación de vitalidad; lo contrario, o sea, limitarse a su propio territorio es señal de decadencia…El imperio exige disciplina, coordinación de los esfuerzos, deber y sacrificio; esto explica muchos aspectos de la acción práctica del régimen y la dirección de muchas fuerzas del Estado y la severidad necesaria contra aquellos que quieran oponerse a este movimiento espontáneo y fatal de Italia en el siglo XX y oponerse agitando ideologías superadas del siglo XIX, repudiadas donde se han llevado a cabo grandes experimentos de transformaciones políticas y sociales: nunca como en este momento los pueblos han tenido sed de autoridad, de dirección, de orden…”

 

El VII Congreso en 1935 de la Internacional Comunista hizo un llamado a la formación en los distintos países de frentes populares anti fascistas como alternativa al avance del fascismo en Europa y a escala global. Su propuesta, como indicamos, fue la creación en cada país y a escala global de un frente único contra el fascismo como mecanismo para frenar la guerra.

 

La guerra, sin embargo, no fue evitada. Ya pasada la experiencia de España, con el levantamiento militar contra el gobierno de la República y luego de una cruenta guerra civil entre 1936 y 1939, la cual fue desarrollada precisamente con el apoyo de Italia y Alemania a los militares golpistas, y de la Unión Soviética al gobierno republicano, el 15 de marzo de 1939, quince días antes de la capitulación republicana en España, Alemania invade Checoslovaquia. El día 7 de abril Italia hizo lo propio invadiendo a Albania. El 22 de mayo Alemania e Italia suscribirían en el plano militar el llamado “Pacto de Acero”.

 

La Unión Soviética enfrentaba la posibilidad de un ataque militar tanto por el Este así como por el Oeste. En mayo de 1939 Japón[5] invadió la República Popular de Mongolia con la cual la Unión Soviética tenía suscrito un pacto de ayuda mutua. Evitando la apertura inmediata de un frente de guerra en la parte Oeste de la Unión Soviética, el 23 de agosto de 1939 la Unión Soviética suscribe un pacto de no agresión con Alemania conocido como “Pacto Molotov-Ribbentrop”.

 

Mediante este Pacto los dos países trazaron la futura división de Polonia, mediante la cual cada uno recuperaría los territorios que reclamaban eran suyos previo al comienzo de la Primera Guerra Mundial y que habían perdido como resultado de los acuerdos que pusieron fin a la Primera Guerra Mundial. Establecieron entonces como frontera el Río Vístula.

 

A partir del Pacto con Alemania, la Unión Soviética amplió su zona de influencia en los territorios de Estonia, Lituania y Letonia y libró una guerra contra Finlandia, que también había formado parte del Imperio Ruso antes de la Primera Guerra Mundial.

 

El Pacto fue duramente criticado, incluso por sectores de la izquierda política en Europa y ciertamente por afiliados a distintos partidos comunistas en el mundo.

 

Estando vigente el Pacto, ya el 31 de julio de 1940, en una reunión secreta, Alemania tomaría la decisión de invadir la URSS, lo que en efecto ocurrió a partir de la primavera de 1941 a través de la “Operación Barbarroja”.

 

  1. IV. El desarrollo de la ola fascista en Europa

 

La primera campaña militar desarrollada por los nazis en Europa luego de la anexión de Austria, ocurre con la ocupación de una porción del territorio de Checoslovaquia, denominada “los Sudetes”. Allí residía una gran cantidad de personas de ascendencia alemana. Más adelante, en 1939, Alemania ocuparía la totalidad del territorio checoslovaco. El 19 de mayo de 1939, ante la insistencia alemana de que Polonia entregara la región de Dánzig, donde también vivía una gran cantidad de personas de ascendencia alemana, Polonia suscribe un Tratado de mutua defensa con Francia e Inglaterra.

 

Mientras esto ocurría en Europa, en Asia se desarrollaba la Segunda Guerra Sino-japonesa, la cual comienza en 1937. Seis años antes, procurando apropiarse de materias primas necesarias para el desarrollo de su industria militar, Japón había ocupado militarmente la región de Manchuria estableciendo allí el reino títere de Machucó. Japón cometió grandes atrocidades durante su ocupación en China como fue el exterminio en un mes de más de 300 mil civiles chinos.

 

El 1 de septiembre de 1939 Alemania, luego de simular un ataque a un puesto fronterizo alemán, invadió a Polonia. El 17 de septiembre, la Unión Soviética por su parte invadió y ocupó la porción este del territorio de Polonia.

 

En noviembre de 1939 se produce la llamada “Guerra de Invierno” entre la Unión Soviética y Finlandia culminando en una derrota para la Unión Soviética. En abril de 1940 Alemania invade Dinamarca y más adelante, entra en guerra con Noruega, lo que lleva a Inglaterra a desembarcar tropas en este país, las cuales fueron rápidamente derrotadas por Alemania.

 

En mayo de 1940 Alemania invade Luxemburgo, Bélgica y los Países Bajos derrotando en el territorio belga la Fuerza Expedicionaria Británica y al Ejército Francés cuyas fuerzas diezmadas apenas logran repatriarse, desde la costa en Dunkerque, hacia el Reino Unido. El 10 de junio, Italia se une a Alemania, atacando desde el sur a Francia.

 

La capitulación francesa se produce el 22 de junio. Como resultado, Alemania ocupó París y dos tercios del territorio francés; mientras que en el sur, se establece un gobierno francés pro fascista, que será conocido como la “Francia de Vichy”, bajo la jefatura del Mariscal Pétain. Este gobierno fascista de Francia se extenderá a las posesiones coloniales francesas en el norte de África.

 

En octubre de 1940 Italia invade Albania y Grecia, a la par que Italia y Alemania invaden Egipto y Libia. En los años siguientes la guerra continuó su expansión en el Mediterráneo.

 

Tras la invasión de Alemania a Polonia 1 de septiembre de 1939, el 3 de septiembre de 1939 Inglaterra y Francia habían declarado la guerra a Alemania. Ocupada Francia, el Partido Comunista Francés fue declarado ilegal y miles de sus afiliados fueron internados en campos de concentración.

 

  1. V. La agresión fascista contra la Unión Soviética

 

En el verano de 1941 la Segunda Guerra Mundial incluiría a la Unión Soviética. El 22 de junio de 1941, tres “Grupos de Ejércitos” alemanes, que sumaban 450 mil efectivos, junto a otras tropas de apoyo que en total sumaron 3.5 millones de efectivos de países dentro de su órbita de influencia y ocupación, invadieron como parte de la “Operación Barbarroja” (Unternehmen Barbarossa), a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. La ofensiva inicial alemana logró en poco tiempo importantes avances y penetraciones dentro del territorio de la Unión Soviética dejando a su paso una horrorosa estela de destrucción y muerte. Millones de soldados soviéticos fueron hechos prisioneros, muchos de los cuales fueron fusilados o internados en campos de concentración. Millones más, tanto militares como civiles, morirían en los combates. Las tropas nazis se empecinaron contra la población civil y campesina. En su orgía de sangre, asesinaron más de un millón de judíos y combatientes guerrilleros dentro del territorio soviético.

 

Para el 15 de noviembre, la maquinaria de guerra nazi se encontraba a las afueras de Moscú. Otras ciudades como Stalingrado (hoy Volgogrado) y Leningrado (hoy San Petersburgo) sufrían la furia de la ofensiva alemana mientras el pueblo soviético, a costa de millones de soldados y ciudadanos muertos, heridos y desaparecidos, daba la vida en la defensa de su país.

 

El 7 de diciembre de 1941, tras el ataque japonés a la base naval de Pearl Harbor en Hawái, Estados Unidos que hasta entonces se había mantenido al menos de manera abierta al margen del conflicto militar, declaró la guerra a Japón, Alemania, Italia y sus aliados. Los principales escenarios de guerra en los cuales participó Estados Unidos hasta que se produce en 1944 el desembarco de Normandía, fueron en el Pacífico, y en el caso del frente Occidental, en el norte de África e Italia.

 

  1. VI. La batalla de Stalingrado: el  gran giro en la guerra

 

La batalla por la ciudad de Stalingrado y sus suburbios se desarrolló entre el 23 de agosto de 1942 y el 2 de febrero de 1943. En dicho período, se estima en términos generales en más de dos millones de personas sus víctimas fatales. Se considera, además, que la batalla ha sido la más sangrienta en la historia de la humanidad.

 

La victoria del Ejército Rojo de la Unión Soviética sobre las tropas nazis, apoyadas por tropas italianas, húngaras, rumanas, croatas, e incluso, por una división de voluntarios españoles, conocida como la 250 División Española de Voluntarios (División Azul) integrada por alrededor de 45 mil efectivos, representó el comienzo del fin de predominio nazi en Europa. El derrumbe total de la maquinaria bélica alemana se materializaría más adelante el 7 de mayo de 1945 con la derrota de Alemania en el frente europeo. Previo a esto, el 25 de julio de 1943 el Rey Víctor Manuel III había destituido como Jefe de Estado. Benito Mussolini quien más tarde fallecería ejecutado a manos del pueblo italiano.

 

La ofensiva nazi sobre Stalingrado dio comienzo el verano de 1942 con el nombre de Operación Azul, o Fall Blue. Su objetivo inmediato era la captura de los campos petrolíferos ubicados en la región del Cáucaso. El comandante en jefe de las tropas nazis fue el general Friedrich Paulus, ascendido poco antes de la caída de Stalingrado en manos soviéticas al rango de Mariscal.

 

Los combates se inician, por el ejército alemán, con una participación de 275 mil tropas de combate; mientras que el Ejército Rojo quedó integrado en aquel momento por 187 mil efectivos. Las tropas alemanas fueron respaldadas por 3 mil piezas de artillería, 500 carros de combate y entre 600 y 1,600 aviones; mientras que las tropas soviéticas contaron con el apoyo de 2,200 piezas de artillería, 400 carros de combate y 300 aviones. Esta suma de efectivos y medios militares, sin embargo, se torna poca cuando, luego de la contraofensiva soviética, el número de combatientes por ambas partes asciende, en el caso de Alemania y sus aliados a 1,040,000 efectivos y por la parte soviética a 2,500,000 soldados.

 

Las bajas fueron horripilantes. Existen distintos datos sobre el tema. Algunas estudiosos indican la cifra de 246,269 alemanes muertos; 108,890 prisioneros de guerra; 158,854 fallecidos, heridos o desaparecidos rumanos; 143,000 muertos heridos o desaparecidos húngaros; 114,520 muertos, heridos o desaparecidos italianos; y 52,000 soviéticos desertores que se sumaron a los invasores nazis como soldados, conocidos por el nombre de Hiwis. En total se produjeron 849,533 bajas del lado alemán.

 

Por el lado soviético, se estima que el número de muertos, heridos o desaparecidos ascendió, entre soldados y civiles, a un total de 1,429,619 bajas.

 

La invasión de Alemania a la Unión Soviética, como indicamos, se denominó “Operación Barbarroja” (Unternehmen Barbarossa). Comenzó el 22 de junio de 1941 a pesar de que desde el 23 de agosto de 1939 Alemania y la Unión Soviética habían suscrito un acuerdo de no agresión recíproca conocido como Pacto Ribbentrop-Molotov. El fin último de la “Operación Barbarroja” era convertir toda la zona al oeste de las montañas Urales en territorio alemán bajo el nombre de Germania, sometiendo la población eslava a la categoría de ciudadanos de segunda o tercera clase y promoviendo el exterminio de la población judía.

 

Hasta la fecha de la invasión alemana a la Unión Soviética, la Segunda Guerra Mundial había discurrido mayormente en Europa y el norte de África. En Asia, ya Japón había entrado en guerra contra China, y los Estados Unidos. Se libraban también en esta región combates en las colonias y posesiones británicas, francesas y estadounidenses contra la ocupación japones.

 

Los planes de la invasión alemana a la Unión Soviética y la captura de Stalingrado quedaron plasmados en la famosa “Directiva Fundamental 41”. Su propósito era conquistar las cuencas de los ríos Don y el Volga; la destrucción de las industrias más importantes alrededor del Stalingrado, incluyendo su sistema de ferrocarriles y medios de navegación pluvial; como también, según indicáramos antes, controlar los pozos petroleros de los cuales Alemania carecía, ubicados en la región del Cáucaso.

 

La batalla de Stalingrado, sin embargo, en la medida en que se profundizaron los combates, adquirió un significado simbólico para ambas partes contendoras. Por un lado, para Alemania, significaba un elemento clave en el fortalecimiento de la moral de combate de sus tropas, al llevar la ciudad el nombre de José Stalin; para los soviéticos, precisamente el elemento simbólico era la defensa de la ciudad que evocaba el nombre de su principal dirigente. Quizás por ello, la naturaleza de los combates llevados a cabo fue tan recia.

 

Las estructuras y edificaciones de Stalingrado fueron básicamente destruidas como resultado de continuos bombardeos aéreos, que de manera simultánea combinaban la participación de cientos de aviones lanzando toneladas de explosivos, fuego de artillería y tanques, con la secuela de decenas de miles de bajas civiles y militares. Miles de ciudadanos mal vivían en sótanos desde los cuales también combatían a las tropas alemanas.

 

Los incesantes combates se generalizaron casa por casa, y en ocasiones, entre pisos de edificios parcialmente destruidos, algo parecido a la experiencia palestina del pasado año y medio en la Franja de Gaza ante las operaciones militares genocidas por parte de las Fuerzas de Defensa de Israel contra la población palestina.

 

La importancia que le atribuía la Unión Soviética a la defensa de Stalingrado se muestra en la designación el 29 de agosto del Mariscal Gueorgui Konstantinovich Zhúkov, veterano combatiente bolchevique y destacado comandante en el frente de guerra contra Japón, a la dirección de las operaciones militares en la batalla. Para entonces Zhúvov había sido nombrado Vicecomandante en Jefe, el segundo después del propio José Stalin. En la batalla de Stalingrado se distinguió, además, el general Vasili Chuikov, quien dirigió el 62 Ejército soviético.

 

A la altura del 31 de octubre, poco antes de la nieve del invierno comenzar a arropar la ciudad, la ofensiva alemana había logrado capturar el 80% de Stalingrado. El 2 de noviembre el alto mando soviético, conocido por las siglas de STAVKA, completó los planes para lanzar una contraofensiva denominada con el nombre clave de “Operación Urano”. El 11 de noviembre los alemanes responden con la suya logrando capturar el 90% de la ciudad. Sin embargo, con las reservas de tropas que continuaban nutriendo el frente soviético, otra contraofensiva fue lanzada al oeste y al sur de la ciudad el 19 de noviembre. En ella se emplearon más de 3,500 piezas de artillería y tanques. Más de un cuarto de millón de tropas alemanas del 6 Ejército  al mando del Mariscal cuyo nombre completo era Friedrich Wilhelm Ernst Paulus y varias decenas de miles de soldados de unidades auxiliares quedaron cercados por el Ejército Rojo. Es entonces que Paulus envía a Hitler el telegrama en el cual le indica:

 

“Mi Führer: se nos agotan las municiones y el combustible. Abastecimiento suficiente y oportuno es imposible. En estas circunstancias, solicito plena libertad de acción. Paulus.”

 

Se indica que Benito Mussolini en aquellas circunstancias aconsejó Hitler un cese de las acciones militares de Alemania contra la Unión Soviética, pedido que Hitler rechazó. Sin municiones, comida, suministros, soldados alemanes morían diariamente de frío y hambre.

 

A partir de enero de 1943 varios esfuerzos fueron llevados a cabo por el Ejército Rojo procurando la rendición de las tropas al mando de Paulus, el primero en los días iniciales de dicho mes. Los esfuerzos fueron rechazados. Una nueva ofensiva militar soviética se desarrolló a partir del 10 de enero de 1943 bajo el nombre clave de “Operación Anillo”, esta vez participando en la etapa inicial 7 mil cañones, morteros y lanzacohetes Katiuska.

 

El día 31 de enero, a las 5:45 de la mañana el Mariscal Paulus se rendía ante el Ejército Rojo. Se indica que alrededor de 11 mil soldados alemanes desacataron la orden de rendición y continuaron peleando hasta que a principios de mes de marzo fueron barridos sus últimos reductos de resistencia en los sótanos y túneles de lo que fue la ciudad de Stalingrado. Al final de la batalla, más de 400 mil soldados alemanes habrían perdido la vida en Stalingrado.

 

Según otros cálculos, si se incluye a todas las fuerzas alemanas que pelearon en el Volga y el Don, murieron, desaparecieron y fueron heridos 747 mil soldados alemanes y fueron capturados otros 102 mil. Por su parte, del lado soviético se indica la muerte de 1,130,000 soldados (incluyendo soldados fallecidos en cautiverio, muertos en combate, heridos tras ser evacuados, desaparecidos o capturados) junto a más de 300 mil civiles.

 

De las decenas de miles de soldados alemanes capturados tras la derrota en Stalingrado, se estima que 40 mil fallecieron camino a los campamentos de prisioneros de guerra en localidades soviéticas como Lunovo, Suzdal, Krasnogorsk, Yelabuga, Bekedal, Usman, Astrakán, Basinovski, Oranki y Karaganda. De los soldados capturados sobrevivientes, regresaron a su país de origen a mediados de la década de 1950, apenas cinco mil.

 

  1. VII. Hacia el final de la guerra

La rendición del 6to. Ejército alemán el 2 de febrero de 1943 en Stalingrado, comenzaría el proceso que dos años después culminaría en la derrota total del Tercer Reich. Fue la Unión Soviética la que sostuvo el peso de la guerra contra Hitler, expulsando al invasor de los territorios ocupados en su país, comenzando  a su vez a incursionar en Europa hasta la captura de Berlín.

 

Hasta 1943 el peso de la guerra en Europa se libraba en torno a la llamada “Batalla de Inglaterra”, donde decenas de miles de civiles británicos perecieron y donde amplias zonas urbanas de Londres fueron destruidas en ataques de la aviación militar alemana. Fue el valor de la Real Fuerza Aérea del Reino Unido la que logró contener la ofensiva aérea nazi sobre Inglaterra.

 

En el Norte de África, las tropas italianas junto al África Korps de Alemania, tras intensos combates fueron igualmente derrotadas desplazándose y concentrándose la ofensiva aliada en la invasión en el sur de Italia. En el Pacífico, la armada estadounidense comenzaba a tomar la iniciativa contra las tropas japonesas destacándose en los combates terrestres el cuerpo de la Infantería de Marina estadounidense. En Asia, fuerzas inglesas también participaron en los combates contra el Japón.

 

Inglaterra, Estados Unidos y Canadá, junto a efectivos militares franceses y de otros países invadidos y ocupados por Alemania en Europa radicados en el Reino Unido de la Gran Bretaña, no abrieron un segundo frente hasta que se produce el desembarco de Normandía el 6 de  junio de 1944. Simultáneamente, a partir del 22 de junio de 1944, los soviéticos barrían el Ejército del Centro alemán con la “Operación Bagration”. En ella participaron 2.5 millones de tropas apoyadas por aproximadamente 6 mil tanques. La derrota alemana en esta región quedó sellada con cerca de 800 mil bajas, lo que allanó el camino del Ejército Rojo hacia Polonia y Ucrania las cuales fueron liberadas por el Ejército Rojo en 1944.

 

Los combates continuaron a lo largo del Frente Oriental europeo mientras en el Frente Occidental se liberaba Francia, Bélgica y los Países Bajos. En tanto, desde el Frente Oriental y Occidental, los remanentes del ejército alemán se replegaban combatiendo en retirada hacia sus fronteras nacionales.

 

La maquinaria de guerra nazi mantuvo su capacidad de combate hasta el invierno de 1944-45 cuando se libran los combates en la región denominada como Bastonge. A partir de enero de 1945, se coordinaron esfuerzos entre los Frentes Occidentales y Orientales aliados para una ofensiva final sobre Alemania.

 

Tras una fuerte resistencia por parte de los restos del Ejército alemán, y con un saldo de bajas en una lucha librada casa por casa, que segó la vida de 360 mil soldados soviéticos, 450 mil alemanes y la captura de otros 170 mil soldados alemanes, se produjo el suicidio de Adolfo Hitler el 30 de abril de 1945. Con su muerte y la fuga o muerte de algunos de sus principales allegados, se inició el proceso final de capitulación de Alemania el cual concluyó en mayo de ese año.

 

  1. VIII. Conclusión de las operaciones militares

 

La Segunda Guerra Mundial se prolongaría en Asia hasta el 14 de agosto de 1945 con la capitulación final de Japón. Las tropas japonesas en China, sin embargo, continuaron combatiendo contra el Ejército Rojo hasta el 9 de septiembre de 1945, cuando finalmente se rendirían.

 

Los autores del libro La Gran Guerra Patria de la Unión Soviética; 1941-1945, Compendio de Historia, reflexionan sobre el final de la Segunda Guerra Mundial indicando lo siguiente:

 

“Las operaciones bélicas se extendieron a tres continentes—Europa, Asia y África--, encendiéndose en el territorio de cuarenta países. El principal papel lo desempeñó la lucha en Europa, donde el frente soviético-alemán fue el decisivo. Las Fuerzas Armadas de las partes beligerantes alcanzaron proporciones fantásticas. En 1914-1918, para los ejércitos y las flotas navales fueron movilizados 70 millones de hombres’ su número en 1939-1945 se elevó a 110 millones. Más elocuentes aún son los datos comparativos sobre material de guerra y armamento. Durante la primera guerra mundial, los EEUU, Inglaterra, Alemania, Francia, Italia y Rusia fabricaron 190,000 aviones, más de 9,000 tanques y unos 140,000 cañones. En la segunda guerra mundial, sólo los EEUU, Inglaterra y Alemania (de 1939 a 1945) y la URSS de 1941 a 1945) construyeron 653,000 aviones, 287,000 tanques y 1,041,000 cañones. Añádase que aumentaron mucho la potencia y la maniobrabilidad de los medios de combate.”

 

Más adelante el texto indica el “apocalíptico” tributo de muertos, de los cuales a la Unión Soviética le tocó la suma de 20 millones de civiles y prisioneros de guerra matados a torturas por los hitlerianos en los campos de batalla en el territorio soviético invadido.[6] Señala  la gran cantidad de muertos y heridos en la retaguardia como resultado del cerco de ciudades y  bombardeos aéreos;  así como las centenas de millares de soviéticos exterminados en los campos de concentración en Alemania.

 

Igualmente el texto detalla que en la URSS fueron destruidos 1,710 ciudades, 70,000 pueblos y aldeas; 32,000 empresas industriales, 98,000 koljoses (granjas cooperativas soviéticas) y 1,876 sovjolses (granjas estatales). Los alemanes volaron también 65,000 kilómetros de líneas ferroviarias, se llevaron o destruyeron 16,000 locomotoras, 428,000 vagones de trenes y las riquezas nacionales quedaron reducidas en el 30%.

 

En resultado de víctimas de la Segunda Guerra Mundial se contabiliza de la siguiente manera: (a) Unión Soviética, 8.7 millones de soldados y 18.3 millones de civiles, para un total de 27 millones; (b) China, 1.324 millones de soldados y 10 millones de civiles, para un total de 11.324 millones; (c) Alemania, 3.250 millones de soldados y 3.810 millones de civiles, para un total de 7.060 millones; (d) Polonia 850 mil soldados y 6 millones de civiles, para un total de 6.850 millones; (e) Japón 1.3 millones de soldados y 700 mil civiles para un total de 2 millones; (f) Yugoslavia, 300 mil soldados y 1.4 millones de civiles, para un total de 1.706 millones; (g) Rumanía, 520 mil soldados y 465 mil civiles, para un total de 985 mil personas; (h) Francia, 340 mil soldados y 470 mil civiles, para un total de 985 mil personas; (i) Hungría, a pesar de no tener datos específicos, se estima un total de 750 mil personas; (j) Austria, 380 mil soldados y 145 mil civiles, para un total de 535 mil personas; (j) Grecia, a pesar de no tener datos específicos, se estima un total de 520 mil personas; (k) Estados Unidos, 500 mil soldados; (l) Italia, 330 mil soldados y 80 mil civiles, para un total de 410 mil personas; (m) Reino Unido de la Gran Bretaña, 326 mil soldados y 62 mil civiles, para un total de 388 mil personas; (n) Países Bajos, 198 mil soldados y 12 mil civiles, para un total de 210 mil personas.

 

Existen números de  bajas para al menos 17 países adicionales que participaron en la Segunda Guerra Mundial, incluyendo países latinoamericanos como Brasil, Colombia, México y Venezuela. El total de bajas ocasionadas por la Guerra se estima en 61.820 millones de seres humanos.

 

Entre los países que fueron liberados total o parcialmente por el Ejército Rojo en Europa, junto con combatientes partisanos y guerrilleros comunistas de la resistencia en sus respectivos países, se encuentran: Rumanía, Polonia, Bulgaria, Yugoslavia, Checoslovaquia, Hungría, Austria, Alemania, Noruega y Dinamarca.

 

Sin la participación de la Unión Soviética en la Segunda Guerra Mundial y su extraordinaria cuota de sangre aportada, las hoy llamadas democracias occidentales muy bien podrían ser inexistentes. Sin el sacrificio humano y material de la Unión soviética el fascismo hubiera sido el vencedor en esta Guerra.

 

  1. IX. El actual avance del fascismo en el Siglo XXI

Indica Roger Griffin en el libro antes citado lo siguiente:

 

“…Con el fin de evitar su extinción por conservar su forma previa a 1945 como movimiento sociopolítico radical armado con un brazo paramilitar y un líder carismático militante, aquellos que seguían siendo fieles al sueño fascista tenían que improvisar, con urgencia, nuevas estrategias de organización e ideológicas simplemente para sobrevivir a un nivel de subsistencia, tal y como lo hacen los organismos vivos de acuerdo con la teoría de la evolución. Con este propósito, han surgido una series de estrategias distintas para permitir que el nacionalismo revolucionario se adapte  a una era esencialmente posfacista (sic), sin principalmente su grupuscalización (incluyendo europeización); su meta politización hacia una fuerza cultural y gracias a la era de internet, su virtualización. También ha evolucionado a una diversidad de nuevos formatos  o vehículos para la revolución nacional, sobre todo el partido pseudodemocrático (sic); grupos paramilitares y violentos sin partidos; redes internacionales político-culturales o virtuales en busca de una ‘tercera posición’ o ‘tercera dirección’ entre el capitalismo y el bolchevismo (que puede abarcar el ‘ecofascismo’); la rehabilitación del nazismo a través del revisionismo histórico y la apuesta de la Nueva Derecha por el resurgimiento  cultural metapolítico.”

En América Latina, a lo largo del Siglo XX, se experimentó el surgimiento y desarrollo de nuevas dictaduras militares de extrema derecha que, de alguna manera, evocaban en su propuesta una relación directa con las políticas imperiales de Estados Unidos en el Hemisferio. En ellas destacaron la persecución anti comunista y contra todo tipo de disidencia política, ello tras la fachada del ejercicio de una llamada democracia liberal representativa. Vimos también en tales casos el fortalecimiento de los vínculos de estas dictaduras con las principales autoridades eclesiásticas; y más adelante, a partir de mediados de la década de 1970, la implantación de modelos económicos neoliberales con la consabida precarización de las condiciones de trabajo y de los derechos laborales de la clase trabajadora; el culto al militarismo y al nacionalismo a ultranza; así como la supresión de los derechos civiles y derechos humanos del pueblo.

 

Dentro del anterior marco, se trata también de gobiernos que persiguieron a las masas campesinas y a las poblaciones originarias, elevando a la categoría de política de Estado el discrimen, la limpieza étnica y la persecución contra dichas poblaciones.

 

Ejemplos de estos regímenes en su conjunto, son las llamadas dictaduras militares en América del Sur como fueron los casos de Venezuela, Brasil, Paraguay, Uruguay, Chile y Argentina; o en la región de Centroamérica  y el Caribe, con las dictaduras de Nicaragua, El Salvador, Guatemala, Honduras, República Dominicana y Haití, por mencionar las más conocidas.

 

Esta ola, considerada por algunos como neofascista, se reproduce hoy también en Europa vinculando a gobiernos, agrupaciones y partidos el ingrediente de las políticas anti inmigrante; y en ocasiones, el culto directo a las políticas fascistas prevalecientes previas a la Segunda Guerra Mundial. Tampoco deja de estar presente en estas agrupaciones el elemento religioso, particularmente, en el caso de la fe musulmana.

 

Indica Jesús Casquete en su artículo titulado ¿Un nuevo fascismo en Europa?, publicado en https://www.ciperchile en 2021, lo siguiente:

 

“La extrema derecha gobierna en Hungría, Polonia y la República Checa; y ha participado en el gobierno de Austria, Italia y Suiza. En España, Alemania y Francia es ya una fuerza central.”

 

Indica el autor que las organizaciones de corte fascista comparten “una serie de valores y actitudes: nacionalismo exacerbado, nativismo, xenofobia (la cuestión migratoria es un tema estrella) o negacionismo de la subordinación efectiva de la mujer en la sociedad. En ese sentido se habla de nacional populismo autoritario.” Este tipo de nacional populismo, indica,  tiene “analogías innegables con el fascismo clásico, como la exaltación de la ‘comunidad nacional’, la animadversión a la ‘vieja’ política (los fascistas italianos ye denunciaron a la ‘casta’), su inclinación a dividir el mundo en individuos y pueblos ‘peores’ y ‘mejores’, o una relectura de la historia nacional trufada de mitos y leyendas.”

 

A  pesar de algunos avances democratizadores, a finales de la segunda mitad del siglo XX, como fue el caso de Sudáfrica y el fin del Apartheid; el triunfo en diversos países antes coloniales en nuevos Estados independientes; o en el caso de América Latina, el fin de diversas dictaduras militares respaldadas por el gobierno de Estados Unidos; proliferan en los distintos países europeos y Estados Unidos, partidos políticos y movimientos de extrema derecha que hoy, sin el menor resquemor, reivindican el fascismo del pasado siglo. Se trata de modelos de gobiernos que, promoviendo políticas económicas neoliberales, expresan a la vez su rechazo a los inmigrantes; suprimen los derechos de las minorías étnicas; rechazan la plena vigencia de los derechos humanos; promueven la persecución por razones de género, preferencia y orientación sexual; como también de los derechos reproductivos de las mujeres. Una de las características antidemocráticas más comunes en este neofascismo es el autoritarismo, el racismo, la xenofobia, el nacionalismo y el militarismo.

 

La llegada a la presidencia de Estados Unidos por segunda ocasión de Donald Trump y su propuesta MAGA (“Make America Great Again”);  la persecución contra inmigrantes hispanos; las deportaciones de extranjeros; el establecimiento de nuevos centros de detención como el propuesto para indocumentados en la Estación Naval de Guantánamo y su traslado a prisiones de máxima seguridad en países como El Salvador; la imposición mediante decretos ejecutivos de políticas arancelarias contra países de la Unión Europea, la República Popular China, la Federación de Rusia, los países de América Latina y en particular contra sus socios principales en el Tratado de Libre Comercio de las Américas; el incremento en la militarización de dicho país; los despidos de empleados públicos y la reducción de los derechos laborales de la clase trabajadora; todo ello ha decretado una guerra económica entre países capitalistas e imperialistas que nos recuerda las guerras económicas que inicialmente se produjeron en vísperas de la Primera y Segunda Guerra Mundial de cara a un eventual conflicto militar a escala global.

 

Previo a las elecciones, el propio ex presidente de Estados Unidos, Joseph Biden, había llamado la atención al lenguaje inflamatorio del Donald Trump comparando algunas de sus expresiones con aquellas pronunciadas por Adolfo Hitler. Entre ellas se encuentran, con la exclusión de la referencia a los fascistas por parte de Trump, las siguientes:

 

"Les prometo que erradicaremos a los comunistas, marxistas, fascistas y matones de la izquierda radical que viven como alimañas dentro de los confines de nuestro país”.

 

El ex presidente Biden indicó previo a las elecciones de noviembre de 2024, en relación a declaraciones hechas por Donald Trump, lo siguiente:

 

"Tan solo en los últimos días, Trump ha dicho que si regresa al cargo perseguirá a todos aquellos que se le oponen y eliminará lo que él llamó las alimañas, cito, las alimañas en Estados Unidos. Una frase específica con un significado específico."

 

Su discurso xenofóbico hacia los inmigrantes; sus  recientes órdenes ejecutivas para promover las deportaciones, encarcelamientos y arrestos contra la población mayormente de origen latinoamericano; sus amenazas de conquista de territorios como Groenlandia o expansión territorial hacia zonas como el Canal de Panamá o la Franja de Gaza; sus amenazas contra la República Islámica de Irán enmarcan en el mismo discurso fascista de la década de 1930. En el caso de la población inmigrante en Estados Unidos, comienzan a implantarse algunas de las primeras medidas tomadas en la Alemania nazi contra los judíos y otras minorías nacionales. A lo anterior se suman las medidas arancelarias puestas en vigor a partir del mes de abril de 2025.

 

Sin embargo, a juicio de Roger Griffin en el libro citado, Trump no es un fascista sino un “populista de derecha con una retórica y unos compromisos que potencian los rechazos a la inmigración y el multiculturalismo por parte de las derecha democrática y el populismo radical de derechas. Sin embargo, su promesa de ‘hacer que América sea grande otra vez’ y las abiertas muestras de xenofobia, anti-islamismo y etnocentrismo asociadas al ‘Trumpismo’ han sido tomadas por muchos neonazis en los Estados Unidos como legitimadoras de su causa, resultando en un aumento del protagonismo de la derecha alternativa.”

 

Jorge Dimitrov, en su Informe de 1935 ante el VII Congreso de la Internacional Comunista antes citado, ya indicaba que la “subida del fascismo al poder no es simplemente un cambio de un gobierno burgués por otro, sino la sustitución de una forma estatal de dominación de clase de la burguesía—la democracia burguesa—por otra, la dictadura terrorista abierta.”

 

Sin embargo, nada impide que en el caso particular de Estados Unidos y otros países de la Unión Europea, lo que hoy es una tendencia hacia regímenes autoritarios y anti democráticos, no evolucionen eventualmente a regímenes fascistas.

 

El fascismo ronda alrededor nuestro, no como un fantasma sino como una potencial realidad. Lamentablemente, el componente ideológico que hoy vivimos es menos contundente para enfrentarlo que lo que fue en el pasado siglo. Sin embargo, evocando la fecha que conmemoramos en la derrota del fascismo alemán en la Segunda Guerra Mundial, entendemos que estamos aún a tiempo para hacer nuestro mejor esfuerzo para enfrentar hoy la amenaza del fascismo y su peligro para nuestros pueblos.

 

notas al calce...


[1] Entre las potencias imperiales que también sufrieron junto a Alemania la derrota en la Primera Guerra Mundial se encuentran el Imperio Turco-Otomano y el Imperio Austro-Húngaro.

[2] Indica el autor, que “cuando estalló la guerra civil española, aunque Franco no fuera fascista de corazón, jugó sus cartas de forma astuta para que los regímenes Fascista y Nazi apoyaran su revueltas en contra del gobierno elegido mientras que la Rusia soviética proporcionó ayuda material al gobierno de la izquierda. Se había desarrollado una simbiosis entre el autoritarismo de derechas  y el fascismo, que duró el tiempo en que las Potencias del Eje parecían ganar la guerra; después de esto, el catolicismo político reemplazó la Falange como base de cohesión social.”

[3] Indica I. Blauberg en su libro Diccionario Marxista de Filosofía (Ed. 1978): “El contenido, el carácter del nacionalismo depende de las condiciones socioeconómicas y políticas, de la situación y el papel de las clases que son sus portadoras. El nacionalismo de las naciones opresoras  adopta la forma de chovinismo de gran potencia, el cual justifica la opresión de los demás pueblos y ‘fundamenta’ su inferioridad. El de las naciones oprimidas, a la par con rasgos reaccionarios,  tiene un contenido democrático general que refleja la lucha contra el yugo imperialista, por la independencia política y económica, por el resurgimiento nacional.”

[4] Con un acercamiento del siglo XXI, Roger Griffin en su libro antes citado indica que el fascismo es una “forma de nacionalismo extremadamente antiliberal, y a menudo, abiertamente racista que se propone lograr el renacimiento total de un Estado-nación, una nación étnica o la raza (blanca) entera.” Indica que “después de 1945, el fascismo se ha visto forzado, con la ausencia de una crisis sistémica del capitalismo liberal, a innovar y diversificar en varias formas diferenciadas y organizativas, tácticas e ideologías  adaptadas para combatir a los antiguos y a los nuevos enemigos del muy deseado resurgimiento nacional/racial en un ambiente fundamentalmente hostil al nacionalismo revolucionario (aunque no al nacionalismo).”

[5] Indica Griffin en su libro que el Imperio de Japón fue establecido en 1889. Sin embargo, su modernización se dio a partir de la Primera Guerra Mundial. Señala a tales efectos lo siguiente:

 

“La retención del sistema imperialista implicó que había un espacio mínimo para el ultranacionalismo palingenético (sic) populista en Japón, y dos esfuerzos importes para crearlo, inevitablemente quedaron en nada. El primero fue el Golpe de Estado en 1936 por parte de jóvenes oficiales de la Facción del Camino Imperial (Kodoja) en lo que se conocería como el Incidente del 26 de febrero. El segundo fue Seigo Nakano, quien en mayo del mismo año fundo Tohokai (la Sociedad de Oriente) como una mezcla del fascismo y del nazismo adaptado radicalmente a la cultura y la historia japonesa de un modo que recordaba al nazismo de izquierda de las AS de Röm.”

 

Más adelante, señala el autor “el Japón Imperial creó un modelo tan cercano al del Tercer Reich con Hideki Tojo, el primer ministro y líder de la Asociación de Apoyo al Régimen Imperial, que después de tomar el control de Corea en 1910, Manchuria en 1931-2 y áreas de China en la segunda guerra sino-japonesa  (1937-45) se propuso crear un gran Imperio Oriental usando las tácticas nazis de Blitzkrieg y una brutalidad despiadada.”

[6] Durante la existencia de la Unión Soviética los estimados fijan el número de muertos de ciudadanos y soldados soviéticos en 20 millones; sin embargo, indica la página electrónica de Wikipedia que un estudio de la Academia Rusa de Ciencias estimó en 1993 el número en 26.6 millones, de los cuales 8,668,400 fueron muertes de militares. El Archivo Histórico de Defensa Central ruso estima los militares muertos o  desaparecidos en 14 millones. En 2009 el ex presidente ruso, Dmitri Medvéded estimó el número de desaparecidos en combate en 2.4 millones de personas y que del número de 9.5 millones de personas enterradas en fosas comunes, 6 millones no están identificadas. La página también señala que en 2020, Mikhail Meltyukhov indicó que entre 15.9 y 17.4 millones de civiles fueron muertos en territorio soviético por los alemanes y sus aliados.

 

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