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El Plan A y el Plan B PDF Imprimir Correo
Escrito por José E. Rivera Santana / MINH   
Martes, 17 de Octubre de 2017 19:23

huracan maria

Mientras se atienden las urgencias de la devastación de María, se impone aprovechar la oportunidad para hacer bien lo que mal se ha hecho y mejorar, fortalecer y extender los aciertos. El campanazo del pasado 20 de septiembre nos llama a darle el frente a la nueva realidad climática y a los procesos naturales y sacudirnos de seis décadas viviendo de espalda a nuestro entorno geográfico.



Las posibilidades se abren en todas las dimensiones, y lo primero debe ser establecer las líneas estratégicas del País que queremos. Al menos, propongo aquí tres para ser consideradas. Primero, colocar el cambio climático como uno de los ejes centrales en la formulación de las nuevas políticas urbanas, económicas, sociales y de la infraestructura por rehacer y reconstruir. Hace tiempo que el calentamiento del planeta y sus efectos en el clima dejaron de ser una predicción científica. ¡Ya es una realidad imponente e innegable!

Segundo, abandonar las acciones y el discurso que desvalora a la institucionalidad pública. Las nuevas políticas requieren de instituciones públicas fuertes, profundamente democráticas y con poder para implementar los planes que se formulen. Deben estar vacunadas contra la presión de quienes se han servido de éstas por la única razón de su poder económico. Igualmente, y más importante, no pueden estar sujetas ni subordinadas a las agencias federales, máxime cuando el presidente de Estados Unidos niega el cambio climático y promulga como su política, el debilitamiento de las agencias y las políticas protectoras del ambiente en su país.

Tercero, es necesario cobrar conciencia de algo que ha quedado demostrado en la respuesta a la destrucción: la responsabilidad primaria sobre el presente y futuro de nuestra Patria es totalmente nuestra, del pueblo puertorriqueño. El Plan A y el Plan B, recae en nosotros. El apoyo y la solidaridad es bienvenida y será fundamental como complemento a nuestra gestión. Afortunadamente, contamos con nuestra gente como principal riqueza y atributo. Nuestros universitarios y nuestra academia tienen el talento y el conocimiento para crear, inventar e innovar las respuestas que demanda nuestra retante realidad. La clase trabajadora tiene el compromiso y las destrezas para levantar otro País, y en muchas de nuestras comunidades hay miles de hombres y mujeres que han acumulado un caudal de experiencias en su enfrentamiento diario a las adversidades.

Tenemos el escenario listo y una enorme oportunidad para combinar acciones que atiendan múltiples asuntos. Ese es el caso de la necesidad de casas. Los estimados publicados señalan que al menos 90,000 fueron destrozadas totalmente. Pues bien, según los datos del Censo de 2010 en la isla había 260,000 unidades de viviendas vacantes y muchas están en nuestros centros urbanos. Ahí está un acervo de residencias para proveer el techo seguro a las decenas de miles de familia que lo perdieron y cuya consecuencia, además, sería el repoblamiento de áreas abandonas. Desde luego, será necesario establecer las políticas y los incentivos para que ocurra. Y será necesario, también, revisar los intentos pasados, así como estudiar las experiencias de otros países.

Otro asunto que merece atención en el corto plazo es la revisión total del Reglamento Conjunto por parte de la Junta de Planificación (JP). Antes del huracán Irma, la JP había convocado vistas públicas para su consideración. Evidentemente, la realidad exige repensarlo en sus premisas y fundamentos. Las áreas inundables y las zonas susceptibles a deslizamiento requieren un tratamiento distinto y de mayor rigor. Igualmente, nuestras costas. La premisa no puede ser el permiso fácil. Por el contrario, hace un mes el planeta nos advirtió que el imperativo es un sistema de permiso responsable y riguroso, que nos proteja, provea seguridad y brinde resiliencia. Es el momento de las acciones responsables en el manejo y planificación del territorio. (endi.com)

 

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