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¿Por qué tanta furia contra Venezuela Bolivariana? PDF Imprimir Correo
Escrito por Julio A. Muriente Pérez / Catedrático UPR-RP   
Lunes, 07 de Agosto de 2017 15:19

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Trump, la Unión Europea, Almagro, España, CNN, El País, Aznar, Felipe González, Santos, Peña Nieto, Macri, Temer, Televisión Española, la extrema derecha de todos lados. Ha sido una concertación planetaria contra Venezuela Bolivariana.



Se han violentado todos los cánones y las formas. Se ha lanzado al zafacón el sacrosanto respeto a la soberanía nacional y a la no injerencia en asuntos internos. Se ha aplaudido todo tipo de violencia en las calles. Se ha estimulado la violación y desconocimiento de la legalidad vigente. Se ha llamado a los militares a que den un golpe de Estado. Se ha demonizado al presidente Maduro, al gobierno y a todo aquel que se identifique con el bolivarianismo. Se ha amenazado con tomar acciones punitivas y con castigos ejemplares, como si Venezuela Bolivariana fuera posesión colonial de algún imperio.

¿Por qué tanta furia contra Venezuela Bolivariana?

Esta historia no surgió el otro día. Se remonta a hace casi dos décadas. Los intentos por derrocar la Revolución Bolivariana arrancaron en 1998, tras la victoria electoral de Hugo Chávez Frías. Durante estos años se han ensayado innumerables formas de desestabilización política, económica y social, incluyendo un golpe de Estado en 2002, que fue frustrado por la fuerza del pueblo y los militares leales al proceso revolucionario.

En el fondo no se trata de Maduro, la fiscal general, los precios del petróleo o la legislatura. La contradicción es mucho mayor.

Cuando colapsó el campo socialista este-europeo y desapareció la Unión Soviética (1989-1991), los promotores del capitalismo aplaudieron regocijados. Era el fin de la historia, afirmaban alborozados. El capitalismo imperaría por siempre. La guerra fría finalizaba con una victoria contundente para las potencias industrializadas, que impondrían la unipolaridad universal, para su estricto beneficio y sin que nadie les incomodara.

A no ser que…

Efectivamente. Lo sucedido entre 1989 y 1991 en Eurasia había dejado inalteradas las grandes contradicciones políticas, económicas y sociales entre explotados y explotadores, entre ricos y pobres, existentes en gran parte del planeta—que en todo caso se habían agravado—. Por algún lado iba a explotar aquella olla de presión.

No pasó mucho tiempo. Luego de la dictadura derrocada en 1958, Venezuela vivió las siguientes cuatro décadas entre la corrupción y el derroche, entre la represión y la pseudo democracia.

No había pasado una década cuando “el fin de la historia” comenzó a hacerse añicos. Le correspondió a América Latina y el Caribe anunciar al mundo el reinicio de la lucha contra el capitalismo y el imperialismo, y por la construcción del socialismo del siglo XXI. Venezuela simbolizaría el hilo conductor histórico entre el siglo XIX bolivariano-independentista y el siglo XXI bolivariano-socialista.

La victoria de Hugo Chávez en 1998 abría el camino, ante el espanto de los enemigos del cambio.

La histeria de los poderosos, tan seguros de su victoria total, no se hizo esperar. Había que acabar con el indeseable germen de la revolución social; atajar ese virus antes de que se convirtiera en epidemia. Venezuela tenía  que volver al redil. La obediencia y la paz de los sepulcros debían prevalecer, si preciso a sangre y fuego.

Por eso tanta intolerancia.  Por eso no quieren dejar piedra sobre piedra en la patria del Libertador. Porque Venezuela Bolivariana es amenazante, sobre todo más allá de sus fronteras nacionales. Porque Venezuela Bolivariana representa, contra todo designio perverso, el porvenir.

Una sola cosa pide Venezuela Bolivariana: que se le respete. Que cesen las difamaciones y amenazas. Que se acabe la intervención extranjera. Que se le reconozca como una nación independiente, que tiene todo el derecho del mundo a decidir su destino sin intervenciones de nadie. Que sus problemas, los que sea, los resuelva el pueblo venezolano y nadie más.  (endi.com)




Venezuela y la paz necesaria
Por: Alí Rodríguez Araque
En este artículo: Asamblea Constituyente, Democracia, Elecciones, Historia, Nicolás Maduro Moros, Oposición, Simón Bolívar, Venezuela

Ha culminado una fase del agudo y ya largo conflicto político de Venezuela entre el gobierno de los Estados Unidos acompañado del bloque oligárquico que ha concitado contra la República Bolivariana de Venezuela. Donald Trump ha violentado todo signo de sutilezas diplomáticas para plantear la salida del Presidente Nicolás Maduro. Un algo así como “te vas o te voy”. Actitudes que traen al presente frases tan enfáticas como las de Bolívar en su Carta de Jamaica: “Jamás conducta ha sido más infame que la de los americanos con nosotros”.

Muy pronto, nuestro pueblo dio una respuesta más que elocuente con una votación que superó sobradamente los ocho millones de sufragios para elegir una Asamblea Nacional Constituyente el pasado treinta de julio. Tal Asamblea fue convocada por el Presidente Maduro haciendo uso de las facultades que le otorga la Constitución Bolivariana de Venezuela.

Mientras tanto, nuestra atolondrada oposición, ha perdido hasta la más mínima noción de dignidad nacional cuando enmudece ante los pronunciamientos imperiales de Trump, como igualmente lo ha hecho en el ámbito interno con crímenes tan abominables como los cometidos ante los ojos horrorizados del país y del mundo, al quemar vivos a seres humanos, miembros de su misma tierra. El Presidente Maduro, cuando seguramente los autores intelectuales de esos crímenes esperaban que desatara violenta represión, actuó como lo recomendaba El Libertador en la misma Carta de Jamaica: mostrémonos circunspectos para valer más. En circunstancias como las que vive Venezuela, una circunspección tal, requiere mucha templanza, tino y sentido del momento político, cualidades que vienen acompañando a nuestro Presidente, factor determinante acompañado por la madurez política de nuestro pueblo.

Las sucesivas derrotas que en los distintos terrenos ha sufrido la oposición, ha tenido por contraste, el fortalecimiento del liderazgo político del Presidente Nicolás Maduro, frente a la errática actitud violenta de un sector de la oposición donde pareciera que surgiera un todavía raquítico rayo de luz. Ya comienzan a plantear que participarán en las próximas elecciones de gobernadores y gobernadoras. Muy bueno que estén oyendo los repetidos llamados del Presidente Maduro para que transiten un camino dentro de nuestra Constitución y nuestras leyes. Muy bueno que vayamos a la confrontación de ideas y proyectos para encarar los problemas que hoy afectan nuestra economía con sus correspondientes efectos en las condiciones de vida de nuestro pueblo, ciertamente agravadas por la misma conducta violenta y destructiva sostenida por esa oposición.

¿Qué hará el imperio que rige el señor Trump? ¿Qué harán aquellos que han contraído compromisos directos con el señor Trump? ¿Reflexionarán? ¿Asumirán una conducta encausada dentro de nuestra Constitución? Estas y muchas otras interrogantes están abiertas y tendrán respuestas progresivas.

Las primeras respuestas vendrán con las próximas elecciones regionales convocadas para el próximo diez de diciembre para el cual los partidos políticos postulan sus candidatos.

El pueblo venezolano se está anotando una victoria de vastas proporciones: la conquista de la paz, condición indispensable para desplegar su potencial creativo y aprovechar los importantes recursos naturales de los cuales está dotada nuestra tierra.

Nicolás Maduro y las fuerzas que lo acompañan, salen fortalecidos en la lucha por nuestra soberanía e independencia. (CubaDebate)

Político e intelectual venezolano. Guerrillero Revolucionario. En el Gobierno Bolivariano ha sido Ministro de Energía, Presidente de la OPEP, Embajador en Cuba, Ministro de Finanzas y de Electricidad. Entre 2012 y 2014 fungió como Secretario General de la UNASUR. Es el embajador de su país en Cuba.
 

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